Durante gran parte del siglo XX la mayoría de la iniciativa social y humana quedó condicionada bajo las limitadas posibilidades que proporcionaba el debate de la “guerra fría”. Por décadas, la mayoría de las discusiones o reflexiones en torno a temas tan diversos como la economía, la educación, la moralidad, el arte, etc; quedaron reducidas a la elección entre dos modelos totalizadores de edificación social: todo debate giraba en torno el apego o la aceptación de lo que nos ofrecía el bloque comunista o el bloque capitalista. El término de “tercer mundo” apareció ante este contexto de dualismo limitado en que se encontraba la sociedad. Fue acuñado por primera vez por el economista francés Alfred Sauvy para hacer referencia a la existencia de una región simbólica mundial conformada por países “subdesarrollados”, explotados y olvidados, que escapaban de la lógica dicotómica, que pretendía ser hegemónica, pero que en realidad no totalizaba la realidad global de ese momento. No se deseaba denigrar con el término, sino simplemente denotar la presencia de un parte de la humanidad, que iba por otro camino y que no encajaba directamente en el foco de atención central del momento.

Actualmente vemos que el concepto se ha ido formando con una connotación negativa y despectiva que hace alusión a nuestras carencias y deficiencias ante un modelo de progreso que forzosamente intentamos adaptar pero que a su vez no logramos alcanzar. El término “tercer mundista” ha terminado siendo sinónimo de nuestro “retraso” y nuestra “incivilización” en los tiempos modernos, y sólo ha servido para contribuir a una concepción racista que se tiene de ciertos sectores del mundo. La expresión ha terminado siendo en esencia estrictamente referencial a una escala de valores externa, e ignorante ante la particularidad y singularidad.

A diferencia de esta acepción que se ha estado llevando, nuestra concepción del tercer mundo esta arraigada en su concepción original. El tercer mundo para nosotros hace referencia a todos esos ámbitos (no sólo en lo geopolítico) que no están en el espacio de atención central; no necesariamente debido a un retraso o a una falta de habilidad para cumplir las expectativas de un supuesto gusto general, sino más bien producto de una singularidad que la hace atractiva a causa de su diferencia. Queremos escapar de la lógica de lo “bueno” y lo “malo”, queremos la peculiaridad y “otredad” que hace bella e interesante las cosas.

☨ercer-πundo es un espacio de apoyo y producción enfocado en esos impulsos de creación que no necesariamente han sido abatidos por la lluvia de atención que los medios tradicionales otorgan por interés mercantil, y que no gozan de las facilidades económicas y productivas que esa atención normalmente acarrea. Queremos ser un espacio que estimule la creación por medios alternativos y autogestionados. La aspiración no es simplemente hacer que lo subterráneo surja a la superficie, y que gane dinero; sino aprender a aprovechar las herramientas y medios que están nuestro alrededor y que en gran parte obviamos o estamos acostumbrados a ignorar. Muchas veces sufrimos de una miopía ante nuestras posibilidades que nos mantiene inactivos. La idea es pavimentar nuevos caminos de producción que replanteen los principios y las limitaciones a los cuales nos hemos acostumbrados a trabajar, siempre con el objetivo de estimular y materializar ideas.

 


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